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Icaros de Vida, Muerte y Resurreción
Recorded in 2020 this album features sounds from a night and a day share with the Shawis of Iquitos.
El vehículo que los llevó hacia la “chacra” Shawi, era lo suficientemente grande como para contener al grupo de seis personas integrantes de la filmación además del Chamán, el “Tío” Rafael.
Pablo intentó hablar repetidas veces con él pero la comunicación fue muy escueta: el tipo solamente se limitó a emitir algunas sonrisas y afirmaciones, como si se tratara de una persona que hablaba un idioma diferente. Por lo general, las charlas con los integrantes de las comunidades se resumían a esto, apenas sonrisas y respuestas lacónicas, duras, sin chistes, descripciones ó muecas. Las cosas como son.
El viaje en auto fue incómodo. Hora y media luego de haber partido, el auto los dejó en el medio de la nada, en la selva, dispuestos al segundo reto de caminar hasta el lugar donde aislada, existía la comunidad. Un sendero embarrado con muchas hojas se extendía infinitamente hacia arriba y hacia abajo, en un camino resbaloso y húmedo. En el momento Pablo se cargó mis equipos y llegó a transpirar toda su remera, aparte de su pantalón corto en menos de diez minutos. Hacia un lado y hacia otro se extendía el podrido verdor. Mientras caminaba, Rafael hizo una distinción hablando de la selva primaria y la selva secundaria. Pablo no entendió muchoa pesar de que venía justo atrás, pisándole los talones. Las suelas de sus zapatos se habían despegado hacía días. Separadas de la parte del pie, parcialmente la parte de abajo del calzado era como si esta fuera una cabeza que tartamudeaba con cada paso.El barro se metía dentro de la boca de este animal imaginado.Pasaron cerca de un aserradero.
“Alto aserradero el Amazonas” pensó Pablo. Pilas de maderas largas y blandas aparecían al costado del camino. Una especie de horno o pirámide con troncos, para quemar y producir carbón. Las estructuras parecían interesantes.Pasaron puentes construídos íntegramente de madera, toda mojada, que rebotaba hacia arriba y hacia abajo en el momento en que la pisaban.
Después de todo el cansancio llegaron a la entrada de la chacra. Una choza grande desde donde salieron una docena de niños y varios adultos hombres, casi todos ellos vestidos con camisetas de futbol. Promediaban treinta años. Su contextura física era pequeña, pero musculosa. Por algúna razón sus rostros denotaban algo de vejez, cansancio. Quizás estar en este lugar de agonía y muerte, vida y renacimiento algún efecto final producía en sus cuerpos. Aún así, tenían energía, hablaban en su lengua originaria y reían. Iban y venían comentarios y chistes entre ellos. El barro atravesaba todo el piso de la choza. Las camas estaban a la altura de un metro y medio por encima, seguramente para evitar el agua en periodos de lluvias extendidas y quizás para también prevenir de que algún animal subiera sorpresivamente a sus sueños. El culo gigante de una mujer “modelo” de revista pornográfica se extendía humildemente por la hoja de un calendario del año corriente que se encontraba pegado en una de las paredes hechas de caña. En el recinto principal de la choza, las mujeres-madres yacían como escondidas, invisibles. Casi todas ellas miraban hacia abajo.
Unos quince minutos despuees, habló un poco con los niños del grupo, contó sus nombres y sacó el micrófono para captar las voces en cocama, el idioma de los shawis. Su frente despedía grandes gotas de sudor en ese momento.No había sol. Rafael les informó que la ceremonia de la purga iba a ser en un lugar más alejado de la casa. Sobre el horizonte ya quedaban pocos vestigios de la luz diurna, mientras avanzaban hacia el lugar señalado.
Comenzaron a atar las hamacas en donde iban a dormir, debajo de un techo sin paredes. Pablo estaba complicadísimo, haciendo algo que nunca había hecho, intentando atar uno de los extremos. Una única bombilla arriba, a poco más de dos metros iluminaba el húmedo lugar. Fuera de eso, el silencio abrasador.
Este sol iluminaba el universo circundante, en el que transcurrirían las horas: la choza sin paredes desde donde se colocan las hamacas, la choza central y una pequeña casa de madera ubicada al lado de esta última a la que se podía acceder por medio de tronco y luego un escalón que estaba a más de un metro y medio del suelo. El único hueco que tenía ese recinto era esta puerta de entrada. No había ni ventanas ni comodidades en su interior. Ni siquiera una cama. Los Shawis, todos, dormían recostándose en el duro suelo de madera.Al observar Rafael que las condiciones eran más óptimas en el interior de esta cabaña (y no afuera con las hamacas) decidió de un segundo para otro, hacer ingresar a los “gringos” e indicarles que dejaran sus cosas allí. Apilaron las hamacas sobre el suelo y dispusieron de agua y papel higiénico en la cercanía. Además, a las remeras mojadas de sudor se las colocaron arriba de sogas que cruzaban el recinto de lado a lado.
Rafael brindó una pequeña introducción sobre lo que era la purga, lo que estaban a punto de experimentar.
Luego de esto se despidió
“Ahora me voy a ir a bañar al río y luego vengo para comenzar como la ceremonia”Pablo, por lo bajo, deseó suerte a los participantes y rápidamente preparó todo lo relacionado para el registro. Estaba muy contento y ansioso. Rafael volvió vestido con una remera de polo bastante abrigada. Era obvio que iba a sudar en el proceso, pero parecería no importarle mucho, de hecho, parecía como vestido para salir a comer a un restaurant. Se escuchó desde el centro del cielo el trueno más gordo y grande y hermoso. Pablo volvió a tener tranquilidad y alegría. Pero no pudo moverse mucho porque estaba sosteniendo el micrófono que ya estaba registrando.
Rafael había hablado muy sintéticamente sobre los efectos de la toma . Remarcó las conexiones cerebrales que se iluminaban cuando el efecto se producía. Identificó tres estadíos que iban a atravesar durante el efecto. El “Mareo”, el efecto directo luego de diez minutos de tomar el líquido. La idea es esperar a la planta y darle una especie de bienvenida.
“Es estas náuseas no hay que tener miedo ni moverse mucho, debido a que hay que intentar no vomitar todo el líquido ingerido.”
La segunda parte es alucinatoria: diversos entes, figuras, símbolos y colores comienzan a aparecer en nuestra mente. Rafael intentó convencerlos de que estas visiones son parte de la realidad del mundo de la planta. Había que tener el coraje para seguir buscando y no disiparse.En ese camino ir definiendo o más bien poner en como objetivo qué quiere uno preguntarle a la planta. Qué es lo que verdaderamente uno quiere preguntarle y a qué puede respondernos.
El último estado es el de ”La visión”. La clara imagen real de algo que buscamos. La respuesta.En la ceremonia principal Rafael mostró el líquido que iban a ingerir: un fluído viscoso, oscuro, algo que sin dudas, parecía muy “puro”. La mejor combinación estaba ante sus ojos. Dosis justa de Ayahuasca con Yakruna. Una parte con la vida propia de la planta con conocimiento propio y la otra, la segunda, responsable de la alucinación.
Desde donde estaba parado veía el líquido como si se tratara de un pegamento fuerte, algo así como para lustrar un mueble. En ese llamado, Rafael les hizo fumar a todos los participantes un “mapochito” (especie de tabaco medicinal) y los sentó alrededor suyo. Tanto a los visitantes como miembros de la comunidad. A su lado estaba su “sobrinito” quien iba a ayudarlo cuando cantaran los ícaros. Todos tomaron el ayahuasca desde una sucia tapita amarilla de botella de plástico. Pablo sostenía el micrófono con nerviosismo.
“Bueno, ahora vamos a apagar las luces y vamos a dejar que el espíritu venga. Cuidado con los mareos. El efecto va a durar alrededor de cuatro horas.”
Afuera de este recinto, el color de la noche se tornaba a fucsia. Las gotas eran chiquitas y golpeaban sobre el extenso follaje de la selva adentro. Pablo imaginó un río que nos atravesaba a todos los que estábamos en el lugar, como una corriente constante, como un tubo ó dique de dimensiones astronómicas.
Decidió bajar de la casa con todos los equipos de registro colgando y ver qué panorama acontecía. Los relámpagos iluminaban las caras y los cuerpos de los integrantes shawis, acomodados como sea en las cercanías de la casa. Iluminada aparecía la hamaca en donde estaba el “sobrinito” Nolberto, recortado del fondo perfecto de los árboles. A lo lejos sobresalía uno, de tronco flaco, mucho más alto que el resto. Pablo dirigió el micrófono hacia esa inmensidad y a los costados. Contó a todas las personas que en ese momento estaban sobre el efecto. Llegó a los veinte. Luego de 15 minutos de un silencio aparente, comenzó a oír arcadas dentro de la “casa” principal. Rápidamente se apuró a iluminar todo con su celular, más que nada a la entrada para que nadie se tropezara con los demás o bien para que cuando caminaran no se mataran de un golpe al pisar el tronco que servía de escalón. Era Santiago, el primero del mareo hacia el infinito. Bajó rápidamente y vomitó bastante. Era de los que menos había respetado el ayuno de comida y, al parecer, ahora lo estaba pagando un poco caro.
Pablo sentía que de alguna forma Santiago se estaba limpiando. Con cada arcada venía la purificación. Santiago corrió un poco a los foráneos que estaban en uno de los bancos que estaba afuera, se sentó y agachó la cabeza. En ese momento la lluvia aumentó el caudal. El “sobrinito” comenzó a cantar un ícaro (canto musical característico de la ceremonia) mezcla de shawi y español.
“Doctorcito, Doctorcito, tráigame la medicina de las ciencias naturales”. Mientras la cantaba, agitaba una hoja de palma para mantener el ritmo, para darse un sustento en el medio de su alucinación creciente y a la vez, dirigir parte de esa energía para el canal de los otros, haciendo que las visiones sean más fuertes y concentradas.A la media hora Rafael, que estaba tirado en una especie de madera dentro de la casa principal con su propia tela mosquitera de color blanco. Desde su interior, si uno prestaba atención se sentían estornudos y escupitajos, que vaya a saber donde tiró dentro de formación piramidal de “cristal”. De pronto salía después de estar unos minutos silbando Icaros en el medio de esta lluvia que cubría todo. La palma que Rafael agitaba era más grande y poderosa que la de su “sobrinito”, aunque su entonación era emotiva y melódicamente más pobre. Luego de hacer cantado un par de veces y hacer que Santiago siguiera vomitando en la parte de afuera de la casa, se volvió a callar e introducir en su pirámide.
Al estar Pablo con auriculares y “super” escuchando, comenzó a imaginar ó discernir pasos desde todas las direcciones que se venían y alejaba de todos lados. Pensó inmediatamente en los espíritus que venían a acompañar a los que habían consumido y escuchaban sus pasos ir y venir en ese recinto principal al que luego bautizó como “La iglesia”. Santiago seguía vomitando y Pablo se acercó al “sobrinito para preguntarle si tenía que ayudarlo o bien esperar a que lo llame.
“El va a saber cuándo pedir tu ayuda. Te va a llamar por tu nombre”.A los minutos Santiago llamó para pedir que desde el interior de la casa le trajera papel higiénico. Dentro de casa no volaba ni una mosca, salvo por los pequeños puntos rojos de la espirales que ahuyentaban a los zancudos, una especie de mosquitos gigantes. Salió del lugar intentando que sus pies dieran pasos suaves, intentando hacer el menos ruido posible con el suelo de la choza.
– No sé dónde cagar – decía Santiago a espaldas de esa lluvia fina, constante, continua y cambiante.
– Sacate toda la ropa y cagá desnudo por ahí – Le dijo Pablo totalmente convencido de que él lo haría si se entrara en la misma situación.Vestido, caminó unos pasos sobre el verde pasto y a la luz banca de los truenos se bajó los pantalones y defecó. En medio del estado de super audición, al mirarlo, percibió como si Santiago se estuviera colgando de una soga. Esta visión que mezclaba la imaginación y quizás algo de las visiones que estaban teniendo sus compañeros, duró muy poco. Duó todo el rato en el que Santiago seguía cagando ahí, en la intemperie. Volvió unos minutos después mojado y pidiendo una toalla porque tenía frío. Veía que su cuerpo despedía calor de manera impresionante, con toda la furia que podía tener una estufa. Le recomendó quitarse la ropa, pero Santiago insistía que le trajera una toalla de secado rápido. Nuevamente Pablo ingresó a la casa, trajo la toalla y vió como Santiago se envolvía y se apoyaba en una escalera que daba a un segundo piso de la Iglesia en donde al parecer estaba durmiendo una familia de dos integrantes. El Padre de la familia estaba en el mismo recinto en donde Pablo se encontraba.
Pudo ver, de repente, en el esplendor de una noche muy activa, cómo se repartían los roles dentro de la ceremonia. Era como si estuvieran dentro de un gigante barco que se sacudía y encallaba con cada ola:Dentro de la casa grande se encontraba el chamán, el jefe, la cabeza del proceso. En torno a él, los gringos, al que bautizó como “Los muertos”: No emitieron sonido alguno (apenas unos quejidos por el gran mareo que estaban sufriendo).
Afuera, colgado de la hamaca, fiel a un estilo sólido e inmutable estaba el “ayudante”, “el sobrinito”: el palo que sostiene al mundo por su firmeza. En el banco frente a él, estaban “Los Borrachos”, los lugareños y los shawis totalmente mareados y alucinados sosteniéndose de las maderas como si estuvieran en un Titanic diminuto de madera que surcaba la selva con esplendor. Cerca de ellos, Santiago con su lucha y reconciliación con la planta, ejerciendo el rol del “Martir” ó el que en las películas liga todas las malas noticias. Parado adelante, Pablo viniendo de aquí para allá compartiendo en el más profundo de sus silencios interiores. Era el “fantasma”.
Alejados, un poco más allá del recinto principal, “Las Familias”, metidas en sus casitas provisorias hechas de tablas plegables, arriba del suelo, dentro de las mismas telas mosquiteras blancas que funcionaban como verdaderas pantallas para espectáculos de sombras chinescas que se producían cuando un integrante del interior prendía una linterna. Hasta ese momento, no había visto a ninguna de las personas que estaban ahí cerca sin hacer casi sonido, aunque cada tanto una mujer reía en el medio de la noche. Posiblemente lo hacía pensando en los “gringos” destrozados y relegados en sus exploraciones. En un momento, en esta parte familiar, uno de los hombres que se encontraba ahí durmiendo o no tanto, se tiró un fuerte pedo, respondido a las risas por casi todas las mujeres del grupo “familar”. Un niño lloriqueó y se quejó en la masa oscura. Qué espectáculo.
Rafael se levante a la hora siguiente y volvió a cantar. La lluvia se paró en ese canto y quedó toda negra la noche, sin iluminación y sin sonido. Su voz lo atravesó todo. La actividad disminuyó,nadie ya no se desplazaba de lado a lado por las cercanías. Habían llegado al comienzo de la negrura, a la mancha empetrolada de esa noche sin igual. Pablo comenzó a escuchar quejidos, pero no sabía si provenían de su imaginación o eran reales, lejanos.
Unos minutos después el sobrinito arremetió con otro ícaro poderoso y singular.
Pasó media hora más y Rafael se levantó, prendió las luces y charló con todos los gringos a ver cómo la habían pasado. ….