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Litaniæ Sanctorum (Letanía de los santos)
La letanía de los santos es una oración que solicita la intercesión de todos los santos cristianos, esto es, de aquellos que han sido reconocidos como modelos de conducta bajo la cosmovisión cristiana. De acuerdo con el dogma de la Iglesia católica y también de la Iglesia ortodoxa, los santos interceden por aquellos que se encuentran en vida. Es uno de los ruegos más solemnes de la Iglesia católica. Se canta puestos de rodillas, a excepción de los domingos y en el tiempo de Pascua, en que se hace estando de pie.
Es cantada en los ritos de desagravio y en funerales del sumo pontífice de la iglesia, de los cardenales, obispos, presbíteros y diáconos, entre otros eclesiásticos, como canto de entrada, durante el responso o cuando es sepultado dicho cadáver, también cuando es ingresado al templo para su velatorio.
Esta versión contiene las letanías a secas, esto es, sin las variaciones ni especificidades con las que se cantan en los días de Rogativas, en el Sábado Santo ni en las Oraciones de las Cuarenta Horas.
A mediados del siglo VIII, el reino franco de Pipino III el Breve adoptará la liturgia romana. Así los cantores romanos cruzan entonces los Alpes y la transmiten los cantos litúrgicos de Roma de manera oral, puesto que los manuscritos contenían los textos de los cantos pero no su melodía.
Con Carlomagno, y gracias a los monasterios benedictinos que lo difunden por toda la cristiandad de Occidente, lo que se conocía ya como “canto gregoriano” alcanza su máximo esplendor. Durante el siglo X, el repertorio irá aumentando y se copia en manuscritos con distintas notaciones musicales. La lenta introducción del tetragrama en el siglo XI permite una transmisión más precisa de las melodías.
Al final de la Edad Media, con la aparición de la polifonía, que deforma la frase, la melodía y sobre todo el ritmo del texto, el canto gregoriano entra en una etapa de declive progresivo. Tras ser descartado por el Renacimiento y el Protestantismo, se hicieron muchos intentos para restituir el canto gregoriano en base a la música moderna de principios del siglo XVII. Desfigurado y desnaturalizado, pierde su pureza y su poder expresivo al servicio de la plegaria de la Iglesia.
Fue Dom Próspero Guéranger (1805-1875) quien tomó la iniciativa de restaurar el canto gregoriano a través de los manuscritos antiguos que se habían conservado. Este arduo trabajo, que la Iglesia encargó a la Abadía de Solesmes (wikipedia) tras León XIII, se fue realizando en el taller de paleografía gregoriana del monasterio. Éste sigue en activo hoy en día para que, como deseaba el papa Pío X, todo el mundo pueda rezar ayudado por la belleza de la música.
Formas musicales gregorianas: El canto gregoriano forma parte de la tradición de la Iglesia Católica. El repertorio gregoriano se encuentra en los libros litúrgicos, principalmente en el Gradual para las piezas que se emplean la Misa y el Antifonario para las del Oficio Divino.
El Oficio Divino santifica el día entero mediante la alabanza divina. En distintas partes del Oficio (antífonas, salmodia, responsorios, cánticos evangélicos) están recogidas en Antifonario, tanta para la celebración de los diversos tiempos litúrgicos como para las fiestas del Señor y de los Santos. Las melodías correspondientes al Oficio se encuentran en el Liber Hymnarius.
Litaniæ Sanctorum (Letanía de los santos) y Officium Defunctorum (Oficio de Difuntos) pertenecen al “fondo común” del canto gregoriano, el cual es anónimo por definición, porque fue transmitido oralmente, depurado colectivamente y nunca firmado.