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Officium Defunctorum (Oficio de Difuntos)
Es un conjunto de oraciones y cantos litúrgicos por los muertos, parte del Oficio Divino o Liturgia de las Horas.
Estructura: Incluye salmos, lecturas y responsorios específicos. Las secciones más conocidas son:
Vigilia o Maitines de Difuntos (“Dirige, Domine”)
Laudes de Difuntos
Misa de Réquiem (cuando se celebra con Eucaristía)Uso litúrgico: En funerales, en el Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre) y en aniversarios o conmemoraciones de difuntos.
El Oficio de Difuntos está asociado específicamente con el 2 de noviembre y con celebraciones por los muertos durante todo el año.
Officium Defunctorum → Origen: siglo VIII–IX.
Universalización: año 998 (por San Odilón de Cluny).
Forma musical gregoriana: siglos X–XI.Origen: Siglo VIII–IX
El oficio como tal (Maitines y Laudes por los muertos) se compuso en los monasterios benedictinos, probablemente en Francia o Italia. Se basa en oraciones por los difuntos que ya existían desde los siglos IV–V, pero como parte de las misas privadas, no como un “oficio” completo.
San Odilón de Cluny (ca. 998) institucionalizó la Conmemoración de los Fieles Difuntos el 2 de noviembre, lo que consolidó el Officium Defunctorum como práctica universal. Desde entonces, los monasterios y luego la Iglesia entera adoptaron la costumbre.
El canto gregoriano del Oficio de Difuntos (con sus responsorios “Libera me, Domine”, “Dirige, Domine”, etc.) se fijó entre los siglos X y XI.
La Misa de Réquiem (Missa pro Defunctis) surgió poco después, hacia el siglo XI.
La plegaria ordinaria por los difuntos era el eco ordinario de aquella otra, solemne y particular, que se realizaba en ocasión de la muerte de los fieles.
Tal era la praxis vigente ya en el siglo IV durante el intervalo de tiempo que transcurría entre la muerte y el sepelio del cadáver. Durante el día, y si cabe más aún, durante la noche, se velaba al difunto, cantando y recitando los salmos. Así lo describe San Agustín en ocasión de la muerte de su madre Santa Mónica.
Estos, en parte o por entero, intercalados con oportunas lecturas espirituales, constituían sustancialmente el nudo de la vigilia de difuntos.
Por otra parte, la praxis de recitar todo el salterio durante el velatorio, se mantuvo por largo tiempo en la Iglesia. En Roma perduró al menos hasta el siglo VI en los monasterios benedictinos; también en Fulda en Alemania hasta el siglo VIII, y en el suizo de St. Gallen, en los de Inglaterra y Francia hasta el siglo XI y en los monasterios lombardos hasta el siglo XII. En Roma, fuera del ámbito monástico, hasta el siglo IX no encontramos trazos en ningún libro litúrgico.
Este complejo formulario eucológico constituyó el núcleo más antiguo de la “Commendatio animae” (Recomendación del alma) que después de ser recitada junto al lecho del moribundo sirvió como plegaria de sufragio también en torno a su féretro. La Commendatio de hecho se encuentra prescrita en los rituales más antiguos, sea en el velatorio fúnebre praesente cadavere como para el 3º, 7º y 30º día de la muerte y en aniversario, y como fórmula litúrgica genérica para el sufragio de difuntos. Esta es la razón por la que la Commendatio animae se encuentra a menudo en los Sacramentarios y en los Libros de Horas medievales.
Hay que observar que esta fue largamente usada porque cuando surgió, hacia mitad del siglo VIII, el Oficio de Difuntos propiamente dicho aún no había entrado en el uso litúrgico general. Sin embargo después del periodo carolingio este en un primer momento fue asociado a la Commendatio, y después poco a poco la superó y finalmente la sustituyó, haciéndola prácticamente desaparecer como oficio mortuorio.
El historiador litúrgico Callewaert demostró que el origen del Oficio de Difuntos no es monástico, ni fue compuesto en el siglo VIII como se creía, sino que al parecer es anterior incluso a San Gregorio Magno tal como lo demuestra el examen de sus partes: el número y el ordenamiento de los salmos es netamente romano, sin trazos galicanos o monásticos, y sin los añadidos posteriores a San Gregorio (preces introductorias, invitatorio, himnos, el capítulo, la doxología final de los salmos…), por lo cual se puede deducir que el Oficio fue calcado del Triduo Sacro, representando un estadio litúrgico pregregoriano. Las conjeturas de Callewaert han sido confirmadas por el Ordo de Juan, el Archicantor de San Pedro que en torno al 680 atestigua la práctica litúrgica bastante difundida. También Amalario admite implícitamente la proveniencia romana ya que da fe que este se encontraba en los primeros antifonarios llegados a la Galia desde Roma en el siglo VIII. Callewaert ha demostrado que el Oficio de Difuntos fue creado no para la vigilia del difunto, sino para el 3º,7º y 30º día como añadido al oficio cotidiano.
Una de las características esenciales del Oficio de Difuntos es que a diferencia de los otros oficios, la Iglesia no reza en nombre de todos: si no que tomando el lugar de las almas del Purgatorio, gime e implora en la persona del difunto.
Litaniæ Sanctorum (Letanía de los santos) y Officium Defunctorum (Oficio de Difuntos) pertenecen al “fondo común” del canto gregoriano, el cual es anónimo por definición, porque fue transmitido oralmente, depurado colectivamente y nunca firmado.